Hoy, sin esperarlo, al abrir el buzón he recibido un pequeño regalo en forma de publicación. Hace
algunos meses me presenté al III Concurso de Relatos sobre abogados, tres de
mis relatos fueron elegidos finalistas en los meses de marzo, abril y julio
2011. Han editado un libro con 95 relatos, los 12 ganadores mensuales acompañados por 83 relatos elegidos entre los mas de 6000 presentados a esta III convocatoria (octubre 2010-septiembre
2011). He tenido la suerte de contar con dos microrrelatos entre los 83 elegidos. La
alegría ha sido doble, ni siquiera sabía que había una publicación y hace
meses que ya no participo. Desde aquí agradezco al Colegio General de la Abogacía este detalle.
Estos son los dos relatos elegidos, espero que os gusten.
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La Toga.
De pequeños jugábamos a “los abogados”. Rafa,
vestido con la toga de su padre y voz ronca, sentenciaba: “levántese la
acusada, escuche el fallo del jurado: culpable de todos los cargos”. Yo ponía
cara de silla eléctrica. Risas y más risas. Esos juegos nos han acompañado toda
la vida. Fuimos creciendo y, con esa toga, empezamos a jugar a los médicos.
“Son como familia” decían nuestros padres. Llegó la adolescencia; y un día nos
licenciamos. Nos casamos. La toga sigue siendo parte de nuestra vida y de
nuestras noches: ”desnúdese señora letrada, no ha escuchado la petición de la
defensa”. Dejo caer la toga y… me carcajeo, loca, como de otro planeta. Él se
casó con Julia, una pedante, yo con Luís, un pájaro. No nos perdemos un
seminario, unas jornadas, nadie sospecha: “son como hermanos, unos perturbados
del derecho”. Rafa sonríe, pero la procesión va por dentro.
(*) Palabras obligadas: pájaro, planeta, procesión, sospecha, fallo.
La
abuela cumple 100 años.
“Muntaner, 12. María”. No era el SMS de
siempre, ¡sorpresa, me citaba en el despacho! La puerta estaba entornada,
ansioso por ese nuevo encuentro, me desnudé raudo y encendí la luz, allí estaba
María, pero en compañía. La familia al completo, parecía una boda. Miraban
atónitos, yo “en pelotas”, ataviado con mis camperas y el birrete de
graduación. Cosas de abogados. Esa manía mía de no reparar en los detalles, no
había tiempo para interrogaciones. ¿Dónde? Si hubiera preguntado ¿cuándo? Lo
mejor la cara de la abuela, que entraba en ese momento. No se cumplen cien años
todos los días. Con orgullo, balbuceé: "¡felicidades abuela!". Dos
galeotes uniformados entraron por la puerta: “procedan a la detención del
exhibicionista” –un vecino había llamado a la policía-. Un silencio aterrador
invadió la sala. Carlitos, mi sobrino, aplaudió. Los demás le siguieron.
Escuché a papá decir alguna palabrota.
(*) Palabras obligadas: boda, palabrota, detención, birrete, orgullo.
© Xavier Blanco 2011