lunes, 7 de marzo de 2011

46 El camino.


© Sergi Fornasari. Riera de Rajadell.

















El camino era largo, angosto y lleno de repechos. Eso no era lo peor: no existían mapas, ni guías, acaso algún libro que de poco servía. Eso sí, había consejos, recomendaciones, reparos, todos sabían algo del camino.

Al principio transitabas por una senda plana, rodeada de paisajes bucólicos, llenos de besos y de ternura. Luego, más pronto que tarde, todo cambiaba, y el camino se bifurcaba una y otra vez, de forma inesperada, y se convertía en un laberinto infinito, ciclópeo. La llanura se transformaba en páramo, el páramo en cumbre y la cumbre en precipicio. Otras veces la metamorfosis era tal, que el valle dejaba paso a tierras ásperas y desérticas o a lagos inmensos de aguas tranquilas que olían a primavera. Así un día y otro, ése era el camino.

El camino había creado sus propias criaturas. Se iniciaba sólo, pero pronto te veías caminando en compañía, algunas intrascendentes, superficiales, superfluas, que en el primer cruce desaparecían. Otras permanecían a tu lado, algunas, las menos, te acompañaban hasta el final del recorrido. Era pródigo en amores, en grandes pasiones, en desengaños, en alegrías y en tristezas. 

Estaba lleno de peligros: la ira, la envidia, la avaricia, o la soberbia, sobrevolaban día y noche el camino. Era mejor hacerlo armado de paciencia. El camino era Pandora. Para unos se transformaba en una fiesta, en un jolgorio, en una romería. Para otros el camino se convertía en su Gólgota personal. Unos lo hacían a pie, descalzos y harapientos, otros bajo palio, seguidos de una corte de aduladores. Cosas del camino.

Mientras reflexionaba sobre lo ya andado, se advirtió caminando sus últimos metros antes del final. Dejó caer su talega cargada de recuerdos y se sentó en un pedrusco, de formas apuradas,  moldeado por el tiempo. Detrás el abismo, convertido en un caprichoso eco, gritaba su nombre. Fijó su vista en el horizonte y, desde esa atalaya privilegiada, observó el azul del cielo. De pronto, el cosmos empezó a cambiar de color, como si de un círculo cromático se tratara. Los colores del arco iris se fundieron en uno sólo y un blanco inmenso, que cegaba sus ojos, le impedía cualquier visión. Cerró los párpados dejando caer su cuerpo suavemente por el precipicio, y como si de una película se tratara, se encontró frente a frente con su vida.

© Xavier Blanco 2011.


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5 comentarios:

  1. Lo he compartido en facebook i twitter. Hay que ir ampliando mercado !!!
    un abrazo crack

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  2. Gracias Ovi,
    Sí, tienes razón, en este mundo en el que vivimos lo que manda es el mercado. Pero si te leen los amigos, ¿que mas se puede desear?.
    Un abrazo...
    Xavier

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  3. "El camino se hace al andar" poetizaba Machado y cierto que paso a paso nos vamos acercando a nuestro destino.

    A veces el camino se vuelve encrucijada y se torna dificil la dirección y uno tiene que volver sobre su senda para reencontarse.

    " Todos los caminos conducen a Roma " se asegura, a ver si somos capaces de unir nuestra caminata particular en un mismo sentido y con espíritu compartido, generar un espacio posible de tránsito común.

    Para el camino de los deseos se hace necesario el amor.

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  4. Está muy lograda la imagen! Yo tambien me lo imagino como un sendero que en ocasiones es luminoso y, en ocasiones, pasa por un tunel y todo se torna negro... Míriam

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  5. Hola Miríam,
    Lo importante es que al final del túnel, siempre hay luz.
    Un abrazo,
    Xavier

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